Fallecimiento del Dr. Luis Boerr

A una semana de su fallecimiento el recuerdo de disipulos y amigos:

Dr. Luis Boerr. Julio de 2020

Los destinatarios de estas líneas son fundamentalmente, los médicos gastroenterólogos que tienen
ideales. El propósito es compartir un regalo recibido: quienes disfrutamos de la compañía de Luis Boerr
nos quedamos con un valor diferenciado. No solo por lo que nos enseñó, sino por la interacción con la
que nos privilegió para armonizar muchos espacios de belleza y creación, con algunos instantes de
desesperación.
Desde tiempos muy remotos el hombre atribuyó poderes mágicos tanto a la poesía como al arte de curar.
Ya desde la antigua mitología griega, estas dos artes aparecían estrechamente relacionadas. Posiblemente
una característica común, haya facilitado la aparición de una gran cantidad de médicos poetas y de poetas
médicos. La poesía nos elige con su cadencia rítmica alimentada de palabras de interpretación variable y
mueve nuestras emociones; la ciencia médica también nos captura, y se nos enseña como una liturgia
sistematizada de procederes y saberes, que nos ayudan a administrar la incertidumbre que muchas veces
acompaña nuestros intensos sentimientos.
En este contexto, nuestra labor diaria se enfrenta a muchos interrogantes. Como decía Sir William Osler
“La buena medicina clínica siempre mezclará el arte de la incertidumbre con la ciencia de la probabilidad”.
Por eso realizamos diagnósticos temporarios o presuntivos, a veces equivocados, por la sencilla razón de
que nuestro ejercicio clínico va siempre desde los efectos hacia las causas, desde lo fáctico hacia lo
antecedente, del final hacia el principio. No existen algoritmos para resolver estos problemas inversos,
desordenados de todo orden natural adquirido durante nuestro aprendizaje.
También la abrumadora velocidad con la que se suman día tras día nuevos conocimientos y tecnologías
médicas como un imperativo de mercado, nos ubican frente a otra disyuntiva: comportarnos como niños
acríticos, urgentes e imperiosos, o como adultos críticos, prudentes y serenos. La distancia entre ambas
posiciones, la debería llenar un espíritu científico impetuoso, curioso para investigar sin miedos, rebelde
para no aceptar la verdad instituida por autoridad sin evidencia ni arte, transformador de una dificultad
en progreso.
Cada día quienes hacemos medicina nos posicionamos ante problemas clínicos únicos, que requieren no
solo ciencia, sino ingenio, emoción e intuición. Luis Boerr nos enseñó a comprender que los aspectos
sociales y los vínculos condicionan la manera como se vive, se enferma y se muere. Que las guías, son solo
y nada menos que eso, guías, herramientas de orientación. Que resolver una variable o los factores de
riesgo para una enfermedad, no soluciona verdaderamente su naturaleza, sino que es imprescindible
meterse con los determinantes sociales de la misma realizando un trabajo vivo, un trabajo nuevo, que
jerarquice las peculiaridades locales de esa dolencia.
Nos enseñó a pararnos frente al ser que sufre y su mundo, frente a sus condiciones de vivienda, a su
ocupación, a su nivel educativo y a sus problemas familiares. Nos mostró la satisfacción que implica dejar
de ser un médico reducido a técnico, frente a un paciente reducido a objeto. La alegría que nos impronta
cuando logramos salir del reduccionismo cartesiano y reconstruimos una historia de vida, entre todos, en
equipo -como a él siempre le gustó trabajar-, sumando la genómica, la proteómica, la metabolómica y
todas las ómicas que vendrán, con factores ambientales en sentido amplio, la sociedad, la familia y la
manera de ser de cada uno en su mundo.
Hay infinidad de títulos y honores que ha ejercido Luis Boerr, entre los que como un puñado ejemplificador
puedo mencionar el haber sido Jefe del Servicio de Clínica Gastroenterológica del Htal Bonorino Udaondo
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y del Htal. Alemán, Subdirector médico de esta última institución, director de la Escuela de Graduados de
la SAGE, presidente de esa misma sociedad y presidente o director de innumerable cantidad de Jornadas,
Simposios y Congresos nacionales y extranjeros. Un verdadero Maestro de la Gastroenterología Argentina
y Latinoamericana. Un Maestro de verdad, “de enserio”, como dicen los chicos. Pero sería muy mezquino
que yo les contara a quienes no lo conocieron quien es Luis Boerr, recorriendo sus logros académicos;
sería reducirlo solamente a su esfera científica.
El Dr. Luis Boerr, mi amigo Luis, mi maestro Luis, ha contribuido no solo al desarrollo de las capacidades
intelectuales y reflexiones racionales de innumerable cantidad de discípulos, colegas y alumnos, sino
también, generosamente, ha propiciado el desarrollo de nuestras emociones y nuestras intuiciones. Es en
este punto, en donde su manejo de las humanidades médicas, su conciencia de la dimensión humana que
existe “detrás de la enfermedad”, sea o no intestinal o inflamatoria, le ha permitido para con el paciente,
comprender su experiencia y dimensión individual única e irrepetible de sufrimiento; para con el colega,
inspirarle procederes médicos más artísticos, de mayor poesía y trascendencia y para con la comunidad
académica, desafiar, rebelde y constantemente, la tendencia a ejercer la medicina con una modalidad
exclusivamente técnica, o desdichadamente deshumanizada.
Gracias a él muchos hemos recuperado identidad y estima en el ejercicio del aprecio y en el aprecio de la
profesión. Recordaremos siempre el camino de la “gastroenterología mágica”, ejerciéndola desde el
silencio humilde en el que decidimos enrolarnos abandonando las vanidades. Porque hemos aprendido
que el secreto está en el otro y no en uno.
Siempre que hablo de Luis Boerr me acuerdo de una frase de Cortázar que me toca de cerca: «Yo creo que
desde muy pequeño mi desdicha y mi dicha al mismo tiempo fue el no aceptar las cosas como dadas. A
mí no me bastaba con que me dijeran que eso era una mesa, o que la palabra madre era la palabra madre
y ahí se acaba todo. Al contrario, en el objeto mesa y en la palabra madre empezaba para mí un itinerario
misterioso que a veces llegaba a franquear y en el que a veces me estrellaba. En suma, desde pequeño,
mi relación con las palabras, con la escritura, no se diferencia de mi relación con el mundo en general. Yo
parezco haber nacido para no aceptar las cosas tal como me son dadas». Luis Boerr nunca, pero nunca,
acepto las cosas tal como le fueron dadas. Intentó embellecerlas, desafiarlas, imprimirles movimiento. Y
siempre se colocó al frente, “pidió la pelota”, se hizo cargo de sus éxitos y también de sus errores. Modificó
su alrededor.
Creo no equivocarme, si aprovecho esta ocasión, para dejar expresado el agradecimiento que todos
aquellos quienes lo acompañamos en algunos trechos de su apasionada vida, queremos expresar. Porque
hace falta valentía para anteponer la curiosidad al miedo, hace falta rebeldía para desafiar las verdades
impuestas únicamente por autoridad y hace falta poesía para transitar la angustiante incertidumbre con
belleza

Hoy cobra actualidad en mí, una poesía de Conrado Nalé Roxlo que me compartió hace muchos años
atrás. En su última estrofa decía:

“Quiero ignorar en dónde y de qué modo
encontraré la muerte. Sorprendida,
sepa el alma, a la vuelta de un recodo,
que un paso atrás se le quedo la vida.

Por la valentía, por la rebeldía y por la poesía, por el camino que hizo al andar, Luis Boerr será un
referente de inspiración y de confianza para gastroenterólogos jóvenes de comportamiento, que
deseen disfrutar de lo que hacen, que deseen generosamente trascenderse.
Agradeceremos desde un lugar sin espacios ni tiempos, su mirada en nuestro camino.

Dr. Fabián Benito